Aquí tenéis el enlace donde podéis leer la reseña que, de
A mano alzada, han hecho en
Todo Literatura: https://www.todoliteratura.es/articulo/poesia/nuevos-poemas-esther-garboni-gozo-escribir-vida/20180803080109048591.html
Esther Garboni reúne sus nuevos poemas en un libro de mundo amplio, de ánimo aullante, de voluntad indomable, de intimidad dañada: \"
A mano alzada\",
que acaba de publicar Libros de la Herida en su colección ‘Poesía en
resistencia’. Tienen estos versos de la autora sevillana mucho de
meditación y de hallazgo, de vida en crudo, porque la poesía también es
eso: no aceptar lo irremediable, buscar sin equilibrio.
Así lo
confiesa Garboni en el poema que da título al libro, situado como puerta
de entrada a lo que viene después, un recorrido entre el sentir y el
pensar: “Nunca fue recta mi línea, ni firme el pulso, / pero mi palabra
es un lápiz afilado / con el que dibujo siempre, / indómitamente, / a
mano alzada”. A partir de aquí, una voluntad de ordenar y desordenar la
vida a cada verso, con algo de enigma y de estremecimiento.
Como
indica su título, A mano alzada se sirve de las artes plásticas, si bien
aquí la palabra es la única herramienta a mano de la autora para su
aventura. “Solo tengo un idioma heredado y vivo, a veces enemigo, a
veces cómplice. / Solo tengo mi voz”, confiesa. Luego, a través de tres
técnicas artísticas, ‘Aguafuerte’, ‘Pincel seco’ e ‘Invinación’, Garboni
da estructura al libro, donde lo celebratorio y lo trágico coinciden en
una misma voz.
En la primera parte, ‘Aguafuerte’, hay poemas de dolor y
rabia. También es el espacio de las injusticias sociales, de los
repliegues por ser mujer, del impulso por comprender el mundo. Como en
la técnica del grabado, que araña la plancha y se sirve del ácido para
sacar la imagen, los versos son descarnados, precisos, hirientes: “No
queda lo que fui. / Queda la jaula”, dice uno de ellos.
‘Pincel
seco’, título de la segunda parte, da a paso a poemas cargados de una
rara nostalgia, de origen y de gratitud. A veces sobrevuela algún
episodio literario, como el regreso de Lorca desde EE.UU. en el verano
de 1930. Otras veces, indaga en el oficio de poeta: “Y, a cambio, poeta,
se te dio el dolor, / el desgarro infinito, inconsolable, impúdico, /
de contemplar / cómo lo bello se hace mentira /a poco que alguien se
recree en su goce”.
Ya en la tercera sección de
A mano alzada,
‘Invinación’, aparece en los siete poemas que lo componen un tono de
celebración, que conduce de la pasión urgente a las huellas terrestres.
El libro se cierra con ‘Epílogo y testamento’, donde los versos estiran
la voluntad de la autora, llamada a la poesía como una vocación, como un
ejercicio de vivirse más por dentro: “Es la poesía, y no tú, poeta, /
la que resiste al tiempo”.