Ella robaba al tiempo calendarios.
Él desandaba los caminos.
Dormidos en los brazos
de una última palabra,
navegaban de un mar a la deriva,
sin tabla de promesa a la que asirse.
La noche era de espuma entre sus dedos
y el cielo amenazaba en alborada.
Amaneció deprisa y sin aviso.
Se izó en el cielo el desamparo
y una luz nueva
rompió sus sueños para siempre.
Ella llenó de versos su maleta.
Él se dejó en el suelo la esperanza.
© Esther Garboni, 2005. En "Piedra del Molino", Primavera 2006.