SIN VOZ
Escúchame si muevo los días perezosos,
Escúchame si muevo los días perezosos,
soltando el frágil lazo que las mañanas ata
a tu cama deshecha. Hago una lista absurda
de nombres poco usados, de tipos de manzanas,
de canciones, de risas, de momentos, de inviernos…
Y te veo dormir.
Amo la calle fría que me escondió tus pasos,
la piel del árbol seco que me guardó tu letra,
de mi zapato izquierdo, el tacón sin aguja,
de tu blanca camisa, el botón sin ojal…
Amo.
Hay cosas que se rompen, para siempre, en añicos.
Tus escombros, cansados, no son biodegradables,
ni mi memoria un puzle al que le falten piezas.
Tus escombros, cansados, no son biodegradables,
ni mi memoria un puzle al que le falten piezas.
Tampoco hoy podemos siquiera maldormir.
Escúchame, entretanto, si a la muerte desciendo
vestida de paisano y, en medio del hastío,
aguanto un poco menos. La vida hoy me parece
que es demasiado larga, pero tengo las manos
temblorosas, los pasos destemplados, y dicen
que las voces de mi alma están equivocadas.
temblorosas, los pasos destemplados, y dicen
que las voces de mi alma están equivocadas.
Escucha en los silencios el dolor de la risa
de esa niña que mira con ojos de paloma
de esa niña que mira con ojos de paloma
y no encuentra el camino de regreso a su casa.
¿Oyes la cuerda rota de mi voz?
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© Esther Garboni, 2007.