Cuando la arena reconquista el templo
que en el albor el mar le arrebatara,
los niños se reparten
aquel botín de guerra
que en su huida las olas olvidaron:
algas y conchas;
piedras y redes;
espuma y sueños…
Idénticos los cuerpos
a sogas muertas que en la arena yacen
idénticos en desnudez ,
en plenitud de sol,
en libertad mistral.
Idénticas las ansias
con que entregan sus almas,
hombre y mujer,
a esa luz que, a su paso,
dorando finge huir
de la cercana podredumbre,
mientras que el mar eterno permanece.
Fúndete en mí,
fúndete ahora… ¡Ahora!
Ahora que aún mi piel está salada.
En "Solarium" © Esther Garboni, 2005.