La misma calle.
No hay misma: las calles naufragan.
Tus pasos.
No son ya tuyos.
Ni míos son. Pero lo fueron.
Hubo una calle: aquélla
Y unos datos: los nuestros.
Y, entonces, un eclipse.
Y, entonces, unos puntos
inesperadamente suspensivos.
Y, entonces, un café,
media manzana, un fado,
comida para perros, sopa fría.
Nada.
© Esther Garboni, de Solarium, 2007.
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